Problemática a Estudiar

 

El Programa de investigación tiene por objetivo estudiar los retos y oportunidades de desarrollo de la economía y la sociedad de México en la nueva economía global del conocimiento, a partir de la comprensión de las tendencias de desarrollo de ésta, así como de la experiencia histórica de los países en desarrollo que han logrado los avances más importantes en este marco. Por esta razón, el punto de partida es el estudio de los cambios más recientes de la economía mundial determinados por la revolución informática, la incorporación de conocimiento en la producción y su valorización así como la globalización, para desde ahí, abordar las nuevas condiciones de la competencia internacional y del desarrollo de los países, específicamente de los países en desarrollo y de México en particular, como a continuación se explica.

 

Desde hace más de dos décadas numerosos economistas, sociólogos y estudiosos en otros campos de las ciencias sociales, comenzaron a observar que bajo los efectos de la revolución informática y la globalización, la economía y la sociedad mundial entraban en una nueva época histórica de desarrollo que ameritaba la utilización de nuevas denominaciones como las de, inicialmente, economía y sociedad posindustrial. Posteriormente, en la última década del siglo anterior y en el marco de la vertiginosa expansión mundial de la nueva economía informática y la incorporación del conocimiento en la producción, aparecieron nuevas denominaciones como las de “sociedad red” o “de la información”, o "basada en la información", economía digital, economía red, economía electrónica, nueva economía, economía del conocimiento o capitalismo cognoscitivo o cognitivo, que cuando se vinculó con la problemática de la globalización dio lugar a conceptos como el de economía global del conocimiento. Últimamente, esta temática ha ido ampliándose para incluir otros aspectos conexos como lo son las relaciones entre el nuevo tipo de economía con el neoliberalismo, en tanto proyección político-ideológica, y el cual posibilitó la máxima expansión de un nuevo capital financiero especulativo que se encuentra en el origen de la crisis financiera global de los últimos años.

 

Con base en algunos autores, el programa retoma las denominaciones de economía y sociedad del conocimiento, por considerar que son conceptos que expresan precisamente uno de los aspectos centrales de la nueva fase del desarrollo económico actual: la conversión del conocimiento en la principal fuerza productiva de nuestra época a partir de la nueva base tecnológico-productiva generada por la revolución informática. La nueva fase de desarrollo conlleva al estrechamiento de las relaciones entre la nueva base industrial-productiva, o sector electrónico-informático (SE-I), y el sector propiamente cognitivo o científico-educativo (SC-E). Pero dentro del SE-I tiende a adquirir una importancia creciente la industria de servicios de telecomunicaciones, incluyendo a internet, y su proceso de convergencia tecnológica y de integración de los servicios con la industria de contenido, lo que sugiere la conveniencia de una nueva denominación del SE-I como sector electrónico-informático y de las telecomunicaciones (SE-IT). La incorporación al núcleo central de la producción, tanto de la ciencia y la educación como de la comunicación social y sus múltiples contenidos, otorga también una mayor relevancia al desarrollo cultural de los pueblos como condicionante de la diferenciación productiva de los países.

 

Esta conjunción de nuevas condiciones productivas configura un nuevo patrón productivo (jerarquía de ramas y sectores productivos macroeconómicos), una nueva división social e internacional del trabajo y un nuevo ciclo industrial que determina la dinámica económica. Asimismo, conforme a lo indicado anteriormente, se pretende estudiar la relación entre el nuevo patrón productivo, el nuevo capital financiero y el papel de la política, ideología e institucionalidad neoliberales durante las tres últimas décadas, por considerar que este tipo de factores ha incidido en sentido negativo y de manera directamente sobre las modalidades, amplitud y potencialidades de pleno despliegue de la revolución informática, el conocimiento social y la amplitud y objetividad de la información, planteando así la necesidad de reformas institucionales, culturales y socio-políticas muy profundas.

 

En el ámbito productivo, la nueva articulación entre el SC-E y la producción social, así como el nuevo ciclo industrial tienen múltiples implicaciones socioeconómicas, institucionales y organizacionales, como las siguientes: 1) la emergencia de nuevos paradigmas de práctica óptima, derivados de la confluencia entre la electrónica, las comunicaciones y los métodos japoneses de producción y organización que incorporan la calidad y el conocimiento vivo en la producción; 2) la centralidad del trabajo intelectual, el llamado capital humano y los procesos de aprendizaje organizacional en el conjunto de la producción social; 3) la autonomización y separación de las fases de concepción y diseño del producto, respecto de la fase propiamente manufacturera de su elaboración y la posibilidad de su disgregación espacial mediante relaciones de subcontratación (outsourcing) que están en la base de la nueva empresa-red; 4) la aparición de un nuevo patrón de competencia global de naturaleza sistémica, basado en la pugna por los activos de conocimiento y las rentas tecnológicas a lo largo de las cadenas de valor, con nuevos participantes como la nueva empresa-red y los llamados “sistemas nacionales de innovación”; 5) el papel cada vez más importante de las industrias de servicios de telecomunicaciones y su convergencia con la de contenido en la conformación de la opinión pública, la difusión y el carácter de la información y los aspectos valorativos y sociales del conocimiento, como aspectos fundamentales para una difusión social del conocimiento y la incorporación generalizada de la población a los procesos de cambio; y 6) un nuevo tipo de jerarquía de países, regiones y localidades, a favor de aquéllos con mayor desarrollo y articulación exitosa entre el SC-E y SE-I, con mejores condiciones de integración en el mercado mundial y mayores logros político-institucionales y culturales, proceso en la cual han sido los países que han logrado sustraerse a los lineamientos político-ideológicos del neoliberalismo, para proseguir una vía de integración de acuerdo con un proyecto de desarrollo nacional propio, los que han conseguido procesos de ascenso industrial más exitosos.

 

En su dimensión espacial más amplia, lo expuesto dio lugar a la globalización del espacio económico mundial a partir de, por lo menos, cuatro tipos de factores sustancialmente nuevos que definieron la lógica del desarrollo económico mundial:

A) La conformación de una base productiva mundial en torno a las cadenas productivas globales y la nueva división global del trabajo, como combinación de parámetros tecnoproductivos de integración vertical (diseño-manufactura-ensamble-servicios) y de determinantes sociogeográficos de distribución horizontal (espacial), como los diferenciales internacionales de costo y calificaciones laborales y demás aspectos estructurales y políticos relevantes para la localización de la producción mundial.

B) La conformación de un enorme stock mundial de información digitalizada accesible bajo formas muy diferentes de disponibilidad social y cultural (monopolios cerrados de conocimiento codificado, información social de libre acceso y toda una gama de formas intermedias de accesibilidad), así como nuevos instrumentos electrónicos e informáticos para obtenerla, procesarla y aplicarla productivamente.

C) La aparición de un nuevo tipo de desarrollo económico propio de las nuevas condiciones mundiales, basado fundamentalmente en el papel del aprendizaje organizativo y la gestión pública en un doble nivel: a) el de la integración ascendente (upgrading) en las cadenas productivas globales, y b) el del desarrollo de los sistemas nacionales de innovación para elevar la competitividad global de las economías nacionales y regionales (logros en materia de infraestructura científica-educativa y vinculación a la producción).

D) Los cambios productivos y espaciales esbozados previamente han tenido lugar en el marco de una vía de desarrollo predominante a escala mundial, determinada por los lineamientos político-ideológicos del neoliberalismo, consistentes en la racionalización de la trama social e institucional heredada de la fase de desarrollo precedente, para crear las condiciones económico-sociales más favorables para la máxima expansión del nuevo capital financiero internacional emergido en los años ochenta del siglo anterior.

 

 

La expansión del nuevo capital financiero –independientemente de sus consecuencias desestabilizadoras para diversos países en desarrollo— se ha transformado de una fuerza inicialmente impulsora del despegue del nuevo patrón productivo internacional, en otra cada vez más obstructiva, parasitaria y globalmente desestabilizadora de la economía mundial; proceso regresivo que tiende a afectar cada vez a los propios países de mayor desarrollo tecnológico. Este fenómeno comenzó a insinuarse muy claramente a partir de la conformación y el estallido de la burbuja financiera en torno al índice NASDAQ a comienzos del nuevo siglo, para culminar en los enormes procesos especulativos en torno al sector inmobiliario que condujeron a la reciente crisis mundial.

 

 

El mundo asistió, entonces, a una enorme plétora de capital financiero global, resultante sobre todo de la ampliación de la esfera de valorización financiera y del conjunto cada vez más complejo de nuevos instrumentos y agentes financieros. Tal proceso conjugó los “logros” cognitivos más reciente de la ingeniería financiera con la evasión del gran dinero hacia los paraísos fiscales y la difusión y socialización del riesgo especulativo privado, para dar lugar al más amplio proceso de desconocimiento y desinformación de los montos y la localización del dinero mundial, que alcanzo tanto a los Estados, como a los propios bancos y aún los mismos inversionistas, particularmente la gran masa de pequeños inversionistas privados.

 

En lo que se refiere a México, la integración del país a la nueva realidad mundial se dio a partir de un SE-I muy heterogéneo, un SC-E poco desarrollado, escasa integración entre ambos sectores y una débil relación de ambos con la base productiva nacional. Adicionalmente, el Estado es extremadamente débil y pasivo, carente de armadura institucional regulatoria y capacidad fiscal por la masiva evasión impositiva de las grandes fortunas, además de estar muy sometido a los imperativos de los grandes grupos empresariales, las presiones externas de Estados Unidos y sus compromisos con la institucionalidad neoliberal mundial.

 

 

La importante industria electrónica de exportación del país está dominada por las grandes empresas trasnacionales del sector bajo una modalidad maquiladora, con casi nula participación de las empresas nacionales, y, consecuentemente, escasos nexos con la producción nacional. Asimismo, la industria de servicios de telecomunicaciones se ha expandido importantemente en América Latina y Estados Unidos (servicios a la población de origen hispano), proceso que se ha sustentado en un desarrollo en el país a partir del monopolio de las redes de telecomunicaciones, la imposición de sobreprecios internos de los servicios y la consecuente extracción de grandes sobreganancias, una calidad media-baja de los servicios, escasa penetración en la sociedad y una gran afectación del desarrollo potencial de internet, que, no obstante, resulta crucial en las nuevas condiciones de la competencia mundial, por las razones señaladas anteriormente. Un fenómeno similar tiene lugar en las telecomunicaciones centradas en la industria televisiva y la industria de contenido, en donde un duopolio (Televisa-Azteca) opera en condiciones de mercado semejantes a las del monopolio Telmex-Telcel; grandes grupos empresariales que están llamados a confrontarse directamente ante la convergencia digital y la tendencia de la industria a la integración de los servicios, expresada en la fórmula del cuádruple play.

 

 

En conjunto, México adolece de un incipiente y pobre desarrollo propio de industrias de frontera (microelectrónica, software, energía solar, etc.), en el marco de una recomposición del compromiso hegemónico entre las clases y grupos sociales dentro de una institucionalidad refuncionalizada bajo los principios del neoliberalismo y la extrema dependencia económica, tecnológica y cultural de Estados Unidos. Esto se traduce en una cultura dominante rentista-conformista-adaptativa (contraria a la innovación, el aprendizaje y el trabajo productivo), una crisis de la institucionalidad (exclusión de grandes masas de la población de los servicios básicos de salud y educación), una muy pobre inclusión social en el trabajo productivo y los procesos de conocimiento y el lógico corolario de un país devorado por los carteles del narcotráfico y la delincuencia organizada.

 

 

A diferencia de México, otros países latinoamericanos, especialmente sudamericanos, han podido lograr un ritmo de desarrollo económico y tecnológico superior, siguiendo en cierta medida el tipo de experiencia de los países asiáticos exitosos (mayor protagonismo público e inclusión social y menor sometimiento a la institucionalidad y la ideología neoliberal prevaleciente). En el plano del desarrollo tecnológico, los países que han logrado un mayor nivel de integración internacional al nuevo patrón tecnológico (especialmente Brasil y en menor medida Argentina), se han convertido en economías más integradas, con un cierto desarrollo tecnológico propio (por ejemplo, en la industria del software o la inversión en I&D), políticas públicas más comprometidas con el desarrollo económico, social y cultural, y un sector científico-educativo de importancia creciente. Más recientemente, países como Colombia, Uruguay o Costa Rica se han integrado a procesos de relocalización-subcontratación de servicios intensivos en conocimiento y base electrónica-informática, que, en el caso de este último, se han agregado a las actividades previamente desarrolladas  de ensamble-prueba y exportación de semiconductores.

 

El conjunto de los problemas señalados, sufrieron importantes cambios a partir de las recientes crisis mundiales. La crisis de 2001-2002 afectó fuertemente al SE-I de los países centrales, promovió la conversión de China, India y otros países emergentes en potencias productivas de actividades del SE-I y otras actividades importantes de la producción mundial, y, adicionalmente, tuvo consecuencias muy negativas sobre el desarrollo de la industria electrónica de exportación en México.  La reciente crisis iniciada en 2007-2008 mostró en toda su crudeza la contradicción entre el despliegue mundial de una nueva base tecnológica-productiva basada en el conocimiento y que requiere del desarrollo social, y la envoltura político-ideológica e institucional predominante. Como resultado de ello, se aceleró el crecimiento de los países que privilegiaban el primer factor sobre el segundo, mientras que los países que optaron por este último colapsaron, encabezado por Estados Unidos. Pero también dejó mucho más clara para todos los países la necesidad de provomer estrategias de desarrollo que conlleven profundas reformas socio-institucionales que favorezcan un despliegue y desarrollo mucho más amplio de las nuevas fuerzas tecno-productivas, la reorientación del sector financiero hacia la producción, el desarrollo socio-cultural y la sustentabilidad ambiental.

 

 

En el caso particular de México, ambas crisis evidenciaron la debilidad de su estrategia de crecimiento basada casi exclusivamente en la apertura de la economía a la inversión extranjera y el libre comercio, lo que contrasta fuertemente con los logros de las experiencias asiáticas, y, en particular, de China e India, basadas en un fuerte activismo de la gestión pública, un gran impulso a la ciencia y la educación, y una forma de integración al mercado mundial que busca promover el desarrollo de la economía interior.

 

 

La prevalencia del neoliberalismo como envoltura política-ideológica bajo la cual se desplegaron los elementos tecnológico-productivos de la nueva fase de desarrollo, implicó la generación de una enorme polarización social de la humanidad, particularmente en los países en desarrollo. Ese fenómeno no sólo provocó las consecuencias conocidas en términos de desigualdad social, sino también la recomposición de los bloques histórico-sociales dominantes internacionalmente, en el seno de la antigua institucionalidad heredada de la fase precedente, con una fracción dominante conformada por el nuevo capital financiero y la gran empresa trasnacional, apoyada en una base social relativamente amplia y conformada por los grupos sociales que han ascendido con los nuevos requerimientos tecnológico-educacionales y de conocimiento de la producción. Dentro de este sector destacan nuevas élites del conocimiento dotadas de una consciencia individualista carente de sentido social, y reacia a contribuir fiscalmente al Estado y las instituciones públicas. Sin embargo, junto a ellas, existen numerosos científicos, profesionales e intelectuales comprometidos con el desarrollo de sus países y sociedades, llamados a cumplir un papel muy importante en el desarrollo tecnológico y económico-social futuro.

 

 

Correspondientemente, el neoliberalismo ha difundido una visión predominante de la economía del conocimiento basada exclusivamente en las necesidades privadas, los países desarrollados y la gran empresa trasnacional, que tiende a confinar el conocimiento, la información, la innovación o el aprendizaje al dominio de los grandes propietarios privados de los medios de conocimiento, información y comunicaciones en conjunto con los sectores privilegiados de la sociedad. Este tipo de visión no concuerda con los requerimientos democráticos, sociales y culturales necesarios para el desarrollo futuro de sociedades del conocimiento de amplia base, vinculadas al desarrollo con sentido social de las nuevas tecnologías e internet.

 

 

En consecuencia, la visión prevaleciente de la economía del conocimiento y su instrumentación institucional tiende a dejar de lado la perspectiva de los países en desarrollo, debido a que parten de supuestos histórico-estructurales diferentes en lo relacionado con los componentes institucionales restrictivos de los sistemas nacionales de innovación (Triple Hélice), que excluyen el potencial de los procesos de incorporación social, el  cual puede constituirse en una de las principales ventajas competitivas de estos países: el papel de la sociedad y la movilización social para el aprendizaje y la innovación, como factor originario y beneficiario del cambio tecnológico. Cuestiones estas, que remiten a la necesidad de recuperar las aportaciones de autores latinoamericanos pioneros en este tipo de estudios como Sábato, Herrera, Wionczek, aunque ubicadas dentro del nuevo contexto mundial de la economía global del conocimiento y de la necesaria inclusión social de la población de nuestros países en la perspectiva de su desarrollo en   la nueva realidad.

 

 

En conclusión, la superación de los determinantes últimos de la reciente crisis financiero productiva global implica una necesaria reorientación social de la economía global del conocimiento, que supone profundas reformas político-institucionales en favor del despliegue y desarrollo pleno de la nueva base tecnológica-productiva, potenciada por un fuerte control y regulación social del nuevo capital financiero con fines de acumulación productiva. Tales logros, no podrán tener lugar sin la conformación de nuevos bloques histórico-sociales, que incluyan a las clases y grupos subalternos de la sociedad, y una reorientación de las industria de telecomunicaciones y contenido en un sentido antimonopolista y democrático, que posibilite un flujo bidireccional continuo de conocimiento e información –de arriba a abajo pero sobre todo de abajo a arriba—, dando paso a la entrada del mundo y los países a una vía de desarrollo democrático-social.